El Club de Español de la
Universidad de Ashland
Katelyn Lawhun
El martes de la segunda semana de
octubre, asistí a una reunión del Club de Español de la Universidad de Ashland
con mi amiga Rosa después de nuestra clase de alfabetización. Este club se
reunía los martes y los jueves a las tres de la tarde por una hora en el nido
de águilas, una cafetería donde varios estudiantes comen y pasan tiempo antes o
después de clase. Adentro de este lugar, muchos estudiantes estaban sentados.
Mientras algunos hacían la tarea, otros chismeaban con sus compañeros o comían.
Había mucha luz y el olor de comida llenaba el cuarto. Yo caminé hasta la mesa
en el centro del cuarto donde los pocos miembros del Club de Español se reunían
y me senté al lado de Rosa. Todos empezamos a charlar en español y a hacer unas
preguntas para conocernos mejor. Rosa quería saber los nombres, las asignaturas
principales, y la experiencia con el español de todos. Después de conocernos
mejor, esperamos la llegada de Lina Aguirre quien era la encargada del club.
La Profesora Aguirre llegó a las
tres y media. Entró en la puerta a paso ligero y vino a la mesa. Se puso sus
pertenecías encima de la mesa y se dirigía hacia la barra para comprar comida
porque tenía hambre. Cuando esperábamos la vuelta de la instructora, Rosa nos
platicó de su herencia y sus niños. Nos explicó que hablaba con sus niños en
inglés más que en español. Entonces, nos preguntó cuál idioma enseñaríamos a
nuestros niños en el futuro. Todas las personas contestaron que enseñarían
ambos idiomas a sus niños, pero yo expresé que no me agradan los niños mucho y
no tenía que pensar en eso.
Dentro
de poco, la pedagoga regresó con un refresco y se sentó al lado de un chico
quien era un estudiante de primer año. Después, nos preguntó a los miembros
nuevos nuestros nombres y la dirección de nuestros correos electrónicos. Yo le
informé que me llamaba Katelyn y escribí la dirección de mi correo electrónico
en la hoja de papel que ella ya me había pasado. Entonces, todos los miembros
entablamos una conversación sobre la comida de Latinoamérica. Rosa y la
instructora dialogaban sobre un plato de tortillas cuando una estudiante
mencionó que no podía cocinar nada y todos comenzamos a reírnos. Entonces, la educadora nos contó que quería enseñarnos
cómo preparar un plato latinoamericano. Por eso, discutimos cuándo y dónde
pasaría esto. Decidimos que no podíamos hacerlo el jueves porque era el único
día en que la profesora socializaba. Sin embargo, ella prefería enseñarnos en
su casa porque vivía cerca de la universidad y no tendría que reservar una
cocina del campus. Además, debido a la falta de miembros, el club no precisaba
una cocina grande. A las cuatro menos diez la maestra anunció que nos enviaría
un correo electrónico para planear el día de cocinar. Entonces, nos dijo que
disfrutaba reunirse con nosotros y que esperaba que todos tuviéramos un buen
fin de semana. Después, todos los estudiantes nos levantamos, nos despedimos, y
nos marchamos.
Durante
el próximo fin de semana, le envié un correo electrónico a la Profesora Aguirre
para aprender más sobre el Club de Español. Según ella, a los miembros les
interesaba conversar sobre muchos temas culturales, pero jugaban a juegos de
palabras y a juegos tradicionales también. Estos juegos incluían Basta, Scrabble, y Manzanas con Manzanas.
Además, planeaban unas fiestas y celebraciones culturales. Por ejemplo,
celebrarían el día de los muertos con una celebración planeada por ellos mismos
durante la primera semana de noviembre. Sobre todo, la profesora me aseguró que
le encantaba mucho estar a cargo de este club porque aprendía más sobre los
estudiantes en un ambiente menos formal que una clase típica de español. Quería
que más personas participaran para compartir más ideas y practicar el español
afuera de la clase.
0 komentar